sábado, 21 de noviembre de 2009

¿Quién decís que soy yo?




¿Quién decís que soy yo? Esta pregunta cambio mi vida. Uno de esos días, que todos conocemos, en los que navegamos por la Web, que empiezas buscando algo y al cabo de unas horas estas viendo algo completamente diferente, sin acordarte en absoluto de lo primero que buscabas. Así apareció esta pregunta en la pantalla de mi ordenador. Era un texto del padre Martín Descalzo:
http://www.capellania.org/quiendecis/QuienDecis.htmComencé a leer y a medida que lo hacia la pregunta se repetía en mi cabeza. Se hablaba de un hombre que hablaba a un grupo de muchachos, se hablaba de que poco después todos morirían, de gente pobre, de gente sin cultura, de gente odiada por los poderosos e incomprendidos por los pobres, de peligro, de temor, de locura, de Dios, de palabras, de persecución, de agonía, de memoria, de soledad, de mártires, de historia, de muerte, de vida, de amor, de amistad, de salvación. Cuando termine volví a leer el encabezado: ¿Quién decís que soy yo? ¿Quién dices tú que soy yo? ¿Quién dices que soy?…Y rompí a llorar. Muchas otras veces he vuelto a leer ese texto y no he vuelto a sentir la emoción de aquel día. Aquel día reconocí que el que hacia la pregunta era el Cristo de Dios, nuestro Señor, y me estaba haciendo esa pregunta directamente a mi. A mi, que he vivido alejado de Dios, que había fabricado uno a mi medida; a mi, que tanto tiempo lo había tapado con un velo para no reconocerlo, y ese día ese velo se rasgo.

Días más tarde compre el libro de José Luis Martín Descalzo, “Vida y misterio de Jesús de Nazaret”, y me sumergí en su lectura. Ese libro, junto con la biblia, me hizo la labor de catequesis y pude comprender muchas cosas. Y durante su lectura pase las horas más amargas y alegres que recuerdo. Había descubierto un tesoro (o es más correcto decir: se me ha dado), motivo para estar contento, y sin embargo se alternaba la alegría con la tristeza; leía que Dios también era mi Padre, lo comprendía y me alegraba, pero sin embargo al rato volvía a caer en la tristeza. Entonces no lo comprendía, más tarde supe que para volver a nacer primero hay que morir y creo que esa tristeza era un arrepentirme constante de casi todo lo que había sido mi vida ( como pude hacer esto…como dije aquello…cuanto tiempo perdido…).

Poco a poco me fui acercando a la iglesia y pude romper viejos prejuicios. Primero me acerque tímidamente: que pintaba un tipo como yo allí, y encima lleno de tatuajes, sentía todas las miradas de los fieles encima de mí, pero el Señor me había llamado así y el Amor que había descubierto era más fuerte que todo eso. Cada vez que iba descubría algo nuevo, cosas que para mí antes no tenían sentido, lo cobraban. Las palabras del sacerdote me calaban dentro, me reconocía en todos los sermones. Me emocionaba, pero seguía entristeciéndome; me recuerda, salvando las diferencias, el titulo de un libro: amarga victoria. Luego ya no pude pasar sin ir todas las semanas. Y todo siguió así hasta un domingo de pascua. Ese domingo la misa fue más especial que las demás, me llego más adentro; al final de esta el sacerdote grito: ¡Cristo ha resucitado! ¡Salid a la calle y anunciarlo! La iglesia rompió en aplausos. Volví a emocionarme pero, esta vez, ya no había tristeza, solo alegría. En ese momento supe que el Señor me daba una nueva oportunidad, una nueva vida, un nuevo corazón, una nueva dirección y dos nuevos ojos con los que empecé a verlo todo como hasta ahora nunca lo había visto.

Volví a la iglesia, tuve una conversación con el sacerdote y una confesión, que me ayudo bastante. Me di cuenta que los sacerdotes están deseando ver entrar por la puerta a alguien como yo para echarle una mano en todo lo que puedan.
Desde entonces he puesto mi vida en manos del Señor, trato de aprender todo lo que puedo y ser católico, aunque tengo que reconocer que me equivoco mucho más de lo que quiero pero, ahora por lo menos, se cuando lo hago.
Otro cambio en mi vida es que se ha llenado de certezas: Que Dios existe y es el Dios vivo, lo he comprobado con hechos y con oración (si el movimiento del hombre se demuestra caminando, la existencia de Dios se demuestra rezando); Que es el Dios de los católicos (si fuese budista no me habría mandado el libro del padre Martín). Que esta deseando que, los que viven lejos de Él, le abran las puertas y lo dejen entrar en sus vidas. Lo esta deseando, si le abres una puerta es incapaz de pasar de largo, y cuando esto sucede no tiene inconveniente en modificar todos sus planes y obrar las más impensables maravillas. Que si me cuentan esto hace años no me lo creo. Y sobre todo tengo la certeza de que nunca más volveré a caminar solo.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Presentación


He creado este blog con la intención de compartir mi experiencia en la fe (la de un católico converso), de escribir sobre inquietudes, retos y preguntas que se nos plantean en el día a día, y también sobre los libros que voy leyendo.
No es mi intención dar lecciones, no estoy preparado para ello (mi experiencia es corta y soy el último en llegar), tan solo busco compartir esta gran sorpresa en la que los cristianos nos hayamos constantemente: sorprendidos de que Dios nos ame así, y haya hecho el ridículo enviando a su Hijo a la cruz por nosotros (me amó y se entregó por mí)… Que locura.
Se que escribo y cuento las cosas fatal, pero el deseo de compartir es más fuerte que las carencias gramaticales. La intención es lo que cuenta.

Que Dios nos bendiga




“En el mar puedes hacerlo todo bien, según las reglas, y aún así el mar te matará. Pero si eres buen marino, al menos sabrás dónde te encuentras en el momento de morir.”
(Justin Scott, El cazador de barcos)